BUDISMO



EL BUDISMO CHINO
El budismo se estableció en China en el siglo I a.c. y se estableció Loyang capital de la dinastía Han. El budismo se extendió bajo esta dinastía, pero no logró asentarse hasta la época de crisis de esta dinastía (220 d.c.). El periodo de anarquía sumió al pueblo en una gran miseria. El descenso demográfico fue brutal, la población pasó de 57 millones a 17 millones. El estado había abandonado los asuntos sociales y esta situación sólo se beneficiaron los comerciantes, surgiendo el feudalismo. En tales circunstancias el pueblo seducido por la idea de igualdad y una reencarnación en vidas mejores del budismo abrazo esta creencia. Los monasterios budista dependían de los donativos de las clases altas, por lo que debían cuidarse de fomentar rebeliones, cosa que los taoísta, mucho más independientes, no tenían reparos en hacer. El budismo tenía su favor: 1- respeto al Dharma, la ley universal, según la cual cada uno debía aceptar sus circunstancias personales y adecuar su vida a los deberes que estas circunstancias imponían, cosa que no contradecía el canon ritualístico  de la vida china, sobre todo el de las clases altas. 2- el despertar a la comprensión de la esencia de la vida como algo independiente de las circunstancias además de ser el deber espiritual de toda persona rica o pobre.
LOS TEXTOS
            La traducción de los textos budistas al chino no fue una tarea sencilla. Los idiomas indios tienen una capacidad de abstracción de la que carecía la ideografía china, mucho más apta para plasmar lo concreto. No es casualidad de que el oído sea el sentido más importante para el indio, y que considere el sonido como la fuerza germinal del universo, mientras para el chino es la vista y que la sabiduría se adquiera pintando el mundo, incluso la palabra poética ha de servir a la visión, ha de poder ser pintada, pero también presenta coincidencias con el taoísmo, de ahí la necesidad de traducir los textos abstractos del budismo. La noción de vacío (sunya) fue traducida por la palabra wu del taoísmo, y la oposición nirvana/samsara por la de wu-wei/yu-wei (camino del vacío/ camino de las apariencias). El interés chino se centro en los manuales prácticos de meditación.
ESCUELA MAHAYANA
            La historia del budismo es la historia de las distintas interpretaciones de las enseñanzas de Buda acerca de la supresión del deseo y la liberación del estado ilusorio. El hinayana fue una interpretación escolástica, el mahayana aportó la figura del bodhisattva o maestro de perfecta comprensión dentro de esta escuela destacan: 1- la Madhyamaka o doctrina del medio. Esta escuela es también denominada Sunyavada o Doctrina del Vacío, expuesta por Nagaryuna (siglo II d. c.). El vacío no es ninguna realidad, sino una definición negativa. El Nirvana en cuanto que extinción de la producción mental  2- la vijñanavada o doctrina de sólo conciencia, construyendo los cimientos del budismo chino, también se denomina a esta escuela yogacara, doctrina compilada por Vasubandhu (siglo II d.c), es un idealismo radical que se basa en el análisis muy minucioso de los estados de conciencia e impresiones subliminales, es la primera teoría del subconsciente. El universo es una creación de la mente, no teniendo realidad fuera de ella. Esta escuela desapareció pues no se adaptaba a la mentalidad china. La escuela Chan. Iniciada por el maestro indio Bodhidharma. La idea de la inmediatez del despertar se aliaba con los principios del taoísmo, se convierte en un idealismo fenomenológico que viera en la fugacidad de los acontecimientos la eternidad del principio dinamizador. La dualidad se elimina y solo un acto de conciencia espontáneo puede dar cuenta de ello. El estado búdico esta en todos los procesos, y se convierte para esta escuela en una acción tan absurda como: montar al buey para buscar al buey o tratar de salir de un pozo asiéndose de las propias orejas, no hay forma de verse los ojos con los propios ojos, a no ser a modo de reflejo en un espejo. Tratar de ver la autonaturaleza supone salirse de ella, y esto es imposible. Andamos con ella en todo lo que somos y en todo lo que hacemos. Por eso el único despertar consiste en un acto de absoluta atención, el perfecto acuerdo del actor con el acto que se está realizando. La importancia de lo cotidiano surge como resultado de esta atención de lo inmediato. Nada hay permanente. Preguntar por la naturaleza de algo es errar el camino, y lo es más si la pregunta requiere formulaciones abstractas que atañen a lo trascendente. Las preguntas por la inmortalidad, la naturaleza de Buda son preguntas sin sentido; no pertenecen al orden del lenguaje. Todo esto es una invitación a mirar más de cerca lo cotidiano.
REFLEXIÓN FINAL
            Es ya tópico centrar la oposición Oriente/Occidente en la actitud divergente receptividad/poder: la mentalidad científica de occidente ha pretendido dominar la naturaleza, y para ello quiso establecer y descubrir las leyes que rigen los fenómenos y aplicar sus conocimientos para la transformación de su medio: Occidente ha comprendido la vida- la humana sobre todo- en términos de evolución y progreso, mientras que Oriente permanecía atento, como antaño, a sus revoluciones. El esquema circular se ha opuesto al circular.
            No obstante, hoy, Occidente parece haber llegado a la conclusión de que el camino de la historia es un callejón sin salida, y no sabe muy bien qué hacer, si retroceder  o saltar la tapia. El reino del ser se ha topado con el del no-ser, el orden con el caos, los límites con su propia infinitud; lo que creíamos bien definido se difumina y la materia inerte que pisamos se nos antoja cada vez menos firme y más parecida a la espalda escamosa y móvil de un dragón dormido. Occidente teme despertar al dragón. Teme que su universo conceptual se derrumbe, teme el estado de indefensión que augura la pérdida de sentido. Teme llegar a pronunciar la frase “esto es absurdo” porque sabe que entonces habría ido a cobijarse en el último reducto que protege del vértigo. Considerar algo como absurdo es defenderse aún del sin sentido, ponerse a cubierto.
            El occidental teme a la naturaleza indómita, y por eso la hace científicamente inteligible, reduciendo sus formas a regularidades de la geometría. Las verdades de razón son siempre verdaderas; la experiencia no puede modificarlas. Un triángulo será siempre una figura de tres ángulos; dos y dos siempre sumarán cuatro. Los racionalistas de la Edad Moderna quisieron elaborar una teoría “verdadera” del mundo basándose en los principios de razón, una teoría cuya verdad se proclamara a partir de dichos principios, y lo consiguieron. Pero quedaron atrapados dentro de su propia racionalidad.
            Actualmente sabemos que la realidad puede adaptarse a los múltiples modelos que la ciencia construye y a otros muchos que aún no es capaz de imaginar. Sabemos que en cuestión de imaginación la naturaleza se lleva todos los premios. Digamos que nos hemos hecho un poco más humildes y que, por lo general, nos contentamos que funcionen los electrodomésticos, el televisor y el motor del coche.
            ¿Qué esperamos, pues, del antiguo saber de oriente? ¿Qué puede aportarnos? La racionalidad occidental y la propia ciencia se ha estetizado. La apertura de la razón hacia aquellos dominios hacia aquellos dominios que pertenecen a lo que hemos llamado “imaginación” y que quedaban relegados fuera de los márgenes de lo real nos ha forzado a una visión más “metafísica”. O tal vez fuese mejor decir que la “física” ha recuperado el sentido original de su objeto: la Physis, algo vivo  y extremadamente sutil y complejo. Los mismos margenes de lo real se han ensanchado y la razón ha olvidado su antiguo oficio de representación para hacerse creadora. A la estética, pues, hemos de remitirnos y aprender de ella, si no los métodos, sí la actitud admirativa y desinteresada.
            Tal vez sea importante, hoy día, para nuestra civilización occidental, aproximarse a las vías de sabiduría china para recuperar una forma de conocimiento que nuestra tradición científica desterró en pro de una eficaz y objetiva disección de los entes. Tal vez aquel modo de contemplar y entender el universo y el orden de los cambios pueda modificar para bien nuestro modo de ver los fenómenos como cosas y los sucesos como el estricto cumplimiento de unas leyes causales que actúan sobre ellas. Y tal vez esta actual “civilización de la imagen” sea más receptiva a ese otro lenguaje chino de la imagen que no pretende informar simultaneando acontecimientos en las conciencias, sino simplemente comunicar, reproduciendo el curso de los fenómenos-acontecimientos que se quieran señalar. tal vez la conciencia oriental de lo efímero deba internarse en el cuasienfermizo afán de conservación de Occidente, desconstruyendo las “cosas”, convirtiéndolas en sucesos, restituyendo a los fenómenos su rango de aparición, a la conciencia  su abertura y a la vida humana su inefable consistencia.
            Al libro de F. Capra, El Tao de la Física, remito a quienes les interesen la relación entre ciencia  y taoísmo.

            Al silencio remito a quienes tengan algún motivo para tratar de conocerse a sí mismo: Ësta  es la gran asignatura pendiente del hombre occidental, y es muy probable que Oriente tenga algo que decirnos, aún, al respecto. Pero, como todo lo que importa, este conocimiento ni está a la vista, ni se entrega fácilmente.

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